
El verdadero valor de un dron agrícola no está en la imagen aérea, sino en su capacidad para actuar como un sistema de diagnóstico preventivo que anticipa problemas, optimiza tratamientos y demuestra su rentabilidad en grandes explotaciones.
- La clave no es volar, sino interpretar: aprender a leer mapas NDVI y validarlos en campo (ground-truthing) es lo que genera inteligencia agronómica.
- La rentabilidad es medible: la decisión entre dron propio o servicio externo depende de un cálculo de ROI basado en hectáreas, número de vuelos y costes de formación y equipo.
Recomendación: Antes de invertir, evalúa si tu necesidad es de alta resolución y frecuencia (dron) o de visión general periódica (satélite), y empieza por entender la inteligencia que puedes extraer de los datos.
Para cualquier gestor de una explotación de más de 50 hectáreas en España, la ronda de inspección es un ritual. Recorrer en todoterreno los lindes de una finca de cereal, olivar o viñedo es una tarea que consume tiempo y que, a menudo, solo permite detectar problemas cuando ya son visibles a simple vista y la pérdida de rendimiento está en marcha. Muchos ven en el dron una solución, una forma de obtener una «foto bonita» desde el cielo, una visión general rápida. Pero esta perspectiva es limitada y desaprovecha el 90% del potencial de la herramienta.
La tecnología de drones ha evolucionado más allá de la simple observación. Hoy, un dron equipado con la cámara adecuada no es un fotógrafo aéreo, sino el médico de cabecera de tus cultivos. Su función no es constatar un hecho, sino realizar un diagnóstico preventivo, detectar los primeros síntomas de estrés hídrico, deficiencias nutricionales o ataques de plagas días o incluso semanas antes de que el ojo humano pueda percibirlos. Esto transforma una herramienta de vigilancia en un sistema de gestión proactiva.
Pero, ¿cómo se materializa esta promesa en un retorno de la inversión tangible? La clave no está en el dron en sí, sino en la metodología para capturar, procesar e interpretar los datos que genera. Este no es un artículo sobre las maravillas de volar, sino sobre cómo convertir los datos aéreos en decisiones agronómicas rentables. Se trata de pasar de la intuición a la «cirugía de precisión» en los tratamientos, justificando cada euro invertido en tecnología.
Este análisis detallado te guiará a través del proceso completo: desde la elección del equipo y el modelo de negocio (¿dron propio o servicio?), pasando por la metodología de diagnóstico y la interpretación de los datos, hasta el marco legal y el cálculo del impacto económico real en tu cuenta de resultados. El objetivo es darte el conocimiento para que el dron deje de ser un gasto y se convierta en el consultor más eficiente de tu explotación.
Sommaire : Transformar un dron en una herramienta de diagnóstico agrícola rentable
- Drones en la agricultura: la visión de pájaro para detectar problemas antes de que sean visibles a pie
- Los tipos de cámara para dron: RGB, multiespectral y térmica
- Dron vs. Satélite: ¿qué herramienta de teledetección es mejor para tu finca?
- ¿Dron propio o servicio externo? El cálculo de rentabilidad para tu explotación en Castilla y León
- Del plan de vuelo al mapa NDVI: la metodología paso a paso para diagnosticar tu finca con un dron
- El semáforo de tu cultivo: aprende a interpretar un mapa NDVI para detectar estrés hídrico y nutricional
- Vuela legal, vuela seguro: la normativa de AESA para drones agrícolas que todo agricultor español debe conocer
- Lo que no ves te cuesta dinero: el impacto económico real de detectar el mildiu una semana tarde
Drones en la agricultura: la visión de pájaro para detectar problemas antes de que sean visibles a pie
La agricultura tradicional se basa en la observación directa y el muestreo manual. Caminar por la parcela o tomar muestras de suelo y hojas son métodos probados, pero lentos y poco escalables en grandes superficies. La principal limitación es que, para cuando un problema como una carencia de nitrógeno o un foco de mildiu es visible, el cultivo ya ha sufrido un estrés significativo y la producción potencial ha comenzado a disminuir. El dron cambia radicalmente este paradigma, pasando de una medicina reactiva a una medicina preventiva.
El valor fundamental de la teledetección con drones es su capacidad para capturar datos que el ojo humano no puede ver. Gracias a sensores específicos, se mide la reflectancia de la luz en diferentes bandas del espectro, lo que permite evaluar la actividad fotosintética de las plantas. Una planta sana, rica en clorofila, refleja la luz de manera muy diferente a una planta que empieza a sufrir estrés. Este cambio sutil es el primer síntoma, la «fiebre» del cultivo, detectable por el dron mucho antes de que la hoja amarillee o la planta se marchite.
Esta capacidad de anticipación permite generar «inteligencia agronómica». En lugar de un informe visual genérico, se obtienen mapas detallados que zonifican la finca según el vigor de la vegetación. Esto permite dos acciones clave: dirigir las inspecciones a pie directamente a los puntos problemáticos, ahorrando horas de trabajo, y aplicar tratamientos de forma localizada. La eficiencia operativa es enorme; por ejemplo, drones como el Agras T50 permiten la pulverización de hasta 21 hectáreas por hora en campos, una capacidad impensable con métodos terrestres tradicionales para intervenciones rápidas y precisas.
Como lo resume la experiencia de muchos agricultores tecnificados, el dron no solo ofrece una vista de pájaro, sino que calcula índices clave como el NDVI (Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada) para evaluar la salud de las plantas. Un solo vuelo puede generar una cantidad masiva de datos, permitiendo un análisis minucioso que antes era imposible o económicamente inviable.
En esencia, el dron se convierte en los ojos y el sistema nervioso central de la explotación, proporcionando un flujo constante de información objetiva para tomar mejores decisiones, más rápido.
Los tipos de cámara para dron: RGB, multiespectral y térmica
Un dron sin la cámara adecuada es como un médico sin estetoscopio: puede observar, pero no diagnosticar. La elección del sensor es la decisión más crítica y depende directamente del objetivo agronómico. No todas las cámaras sirven para lo mismo, y entender sus diferencias es fundamental para no invertir en tecnología inadecuada. Existen tres tipos principales de cámaras utilizadas en la agricultura de precisión.
Cámaras RGB (Luz Visible)
Son las cámaras estándar, similares a las de un smartphone o una cámara de fotos convencional. Capturan la luz en el espectro visible (Rojo, Verde, Azul). Su principal utilidad es la inspección visual de alta resolución. Son perfectas para crear ortomosaicos (mapas fotográficos detallados de la finca), realizar el conteo de plantas o árboles, evaluar daños por granizo o viento, y supervisar el estado general de infraestructuras como sistemas de riego o caminos. Sin embargo, su capacidad de diagnóstico es limitada, ya que solo ven lo que el ojo humano ve.
Cámaras Multiespectrales
Aquí es donde empieza el verdadero diagnóstico. Estas cámaras capturan, además de la luz visible, bandas específicas del espectro que son invisibles para nosotros, como el infrarrojo cercano (NIR) y el borde rojo (Red-Edge). La clorofila de las plantas sanas refleja intensamente el NIR. Una cámara multiespectral mide esta reflectancia y permite calcular índices de vegetación como el NDVI o el NDRE. Estos índices son indicadores directos de la salud y el vigor de la planta, permitiendo detectar estrés hídrico, deficiencias nutricionales o enfermedades antes de que aparezcan síntomas visibles. Son la herramienta esencial para la agricultura de precisión.
Cámaras Térmicas
Estas cámaras no miden la luz, sino la radiación infrarroja emitida en forma de calor. Su aplicación principal en agricultura es la detección del estrés hídrico. Una planta bien hidratada se refrigera a través de la transpiración (evaporación de agua por los estomas de las hojas). Cuando una planta sufre estrés hídrico, cierra sus estomas para conservar agua, lo que provoca un aumento de su temperatura foliar. Una cámara térmica detecta estas diferencias de temperatura en el dosel del cultivo, permitiendo identificar zonas con problemas de riego o estrés hídrico de forma muy temprana.
Para un diagnóstico completo, la combinación de una cámara RGB y una multiespectral es la más potente, ya que permite correlacionar los datos de vigor con la inspección visual de alta resolución. Modelos como el DJI Mavic 3 Multiespectral ya integran ambos sistemas para ofrecer una solución todo en uno.
Dron vs. Satélite: ¿qué herramienta de teledetección es mejor para tu finca?
La decisión entre usar un dron o imágenes satelitales no es una cuestión de qué tecnología es «mejor», sino de cuál es la más adecuada para el trabajo específico. Ambas son herramientas de teledetección valiosas, pero ofrecen diferentes ventajas en términos de resolución, coste, frecuencia y flexibilidad. Para un agricultor en España, la elección depende del tamaño de la explotación, el tipo de cultivo y el nivel de detalle requerido.
El satélite, como el Sentinel-2 del programa Copernicus de la UE, ofrece una ventaja innegable: sus imágenes son gratuitas y cubren vastas extensiones de terreno de forma regular (aproximadamente cada 5 días). Esto lo convierte en una herramienta excelente para el seguimiento a gran escala y la observación de tendencias a lo largo del tiempo en grandes parcelas de cereal u olivar. Sin embargo, su principal limitación es la resolución. Con un píxel que representa un área de 10×10 metros en el suelo, es difícil detectar problemas localizados, realizar un conteo preciso de árboles o generar mapas de aplicación variable (VRA) de alta precisión. Además, la disponibilidad de imágenes depende de la nubosidad: un día nublado anula la captura.
El dron, por otro lado, es el rey de la alta resolución y la flexibilidad. Con una resolución que puede llegar a 2-5 centímetros por píxel, permite un nivel de detalle extraordinario. Es posible no solo contar árboles, sino analizar el estado de cada uno individualmente. Se puede volar a demanda, eligiendo el día y la hora óptimos, y por debajo de las nubes, lo que garantiza la obtención de datos cuando se necesitan. Esta precisión es indispensable para cultivos de alto valor como el viñedo, donde la variabilidad dentro de una misma parcela es crucial, o para la generación de mapas de aplicación variable de fitosanitarios o fertilizantes con una precisión quirúrgica.
La siguiente tabla resume las diferencias clave para una decisión informada, mostrando cómo cada herramienta se adapta a diferentes necesidades agronómicas.
| Criterio | Dron | Satélite (Sentinel-2) |
|---|---|---|
| Coste por hectárea | 4-5€/ha (interpretación datos) | Gratuito (imágenes) |
| Resolución espacial | 2-5 cm/píxel | 10 m/píxel |
| Disponibilidad día nublado | Limitada | No disponible |
| Frecuencia de captura | A demanda | Cada 5 días |
| Superficie cubierta | 100-500 ha/día | Ilimitada |
| Precisión para conteo leñosos | Excelente | Limitada |
| Generación mapas VRA | Alta precisión | Buena para grandes parcelas |
En resumen, no son herramientas excluyentes. Una estrategia inteligente puede combinar ambas: el satélite para un seguimiento macroscópico y de bajo coste de toda la explotación, y el dron para realizar «zoom» en zonas problemáticas detectadas por el satélite o para operaciones que exigen la máxima precisión.
¿Dron propio o servicio externo? El cálculo de rentabilidad para tu explotación en Castilla y León
Una vez convencido del potencial del dron, la siguiente pregunta es puramente económica: ¿me compensa comprar mi propio equipo y formarme, o es más rentable contratar a una empresa especializada? La respuesta no es universal y depende de un análisis de costes, tiempo y escala. Para una explotación de tamaño considerable, como las que predominan en Castilla y León, el cálculo del retorno de la inversión (ROI) es la única guía válida.
La opción de contratar un servicio externo es la que tiene la barrera de entrada más baja. No hay inversión inicial en equipo, ni costes de formación, licencias o seguros. El agricultor paga una tarifa por hectárea o por servicio, que suele incluir el vuelo, el procesamiento de datos y la entrega de los mapas interpretados. Es una opción ideal para empezar, probar la tecnología o para necesidades puntuales. La principal desventaja es un mayor coste a largo plazo y una menor flexibilidad para reaccionar rápidamente ante un problema inesperado.
Por otro lado, la inversión en un dron propio implica un desembolso inicial significativo. A la compra del dron (con cámara multiespectral) hay que sumar los costes de la licencia de piloto de AESA, la formación específica, el seguro de responsabilidad civil obligatorio y el software de procesamiento de imágenes. Sin embargo, una vez amortizada esta inversión, el coste por vuelo se reduce drásticamente. Esta opción ofrece máxima flexibilidad y control, permitiendo realizar vuelos con la frecuencia deseada. Para explotaciones de más de 200 hectáreas que planeen realizar entre 4 y 6 vuelos al año, el punto de equilibrio suele alcanzarse en 2 o 3 años.

El siguiente cuadro desglosa los costes aproximados para una explotación de 200 hectáreas, un escenario común en la meseta castellana, permitiendo una comparación directa para calcular la rentabilidad.
| Concepto | Dron Propio (Año 1) | Servicio Externo (Anual) |
|---|---|---|
| Inversión inicial equipo | 8.000-15.000€ | 0€ |
| Licencia AESA + formación | 1.500-2.000€ | 0€ |
| Seguro responsabilidad civil | 600-800€/año | Incluido |
| Software (Pix4Dfields) | 2.500€/año | Incluido |
| Coste por hectárea | Amortizado en 2-3 años | 30-60€/ha |
| Tiempo dedicado | 40-60h formación + operación | 0h |
| Punto equilibrio | 200ha x 4 vuelos = 2-3 años | Coste fijo anual |
Más allá de los costes directos, hay que valorar el tiempo. La operación de un dron y el procesamiento de datos requieren dedicación y conocimientos técnicos. Si el tiempo del agricultor es más valioso gestionando otros aspectos de la explotación, el servicio externo puede seguir siendo la opción más rentable incluso a largo plazo.
Del plan de vuelo al mapa NDVI: la metodología paso a paso para diagnosticar tu finca con un dron
Tener un dron multiespectral es solo el primer paso. El verdadero valor se genera al aplicar una metodología rigurosa que garantice la calidad y la comparabilidad de los datos a lo largo del tiempo. Este proceso, que va desde la planificación del vuelo hasta la obtención del mapa de vigor, es el protocolo de trabajo del «médico de cabecera» del cultivo.
El primer paso es el plan de vuelo automatizado. Utilizando software específico (como DJI GS Pro, Pix4Dcapture o similar), se delimita en un mapa la parcela a volar y se definen parámetros clave como la altura de vuelo (que determina la resolución), la velocidad y el solapamiento entre imágenes (frontal y lateral, típicamente del 70-80%). Un mayor solapamiento asegura que no haya «agujeros» en el mapa final. El software calcula automáticamente la ruta óptima para que el dron cubra toda la superficie de manera eficiente. Es crucial realizar el vuelo en condiciones de luz estables, idealmente cerca del mediodía solar y sin nubes variables, para evitar sombras que alteren los datos.
Antes de despegar, es imprescindible realizar una calibración radiométrica. Esto se hace fotografiando un panel de reflectancia con valores conocidos. Este paso permite corregir las variaciones de iluminación y convertir los valores de píxel en datos de reflectancia reales, asegurando que los mapas NDVI de diferentes días sean científicamente comparables.
Una vez completado el vuelo y descargadas las cientos o miles de imágenes, entra en juego el software de fotogrametría (como Pix4Dfields o Agisoft Metashape). Este programa «cose» las imágenes individuales para crear un único ortomosaico de alta resolución de toda la finca. A partir de este mapa, y usando los datos de las bandas multiespectrales, el software calcula el índice NDVI (u otros como NDRE) para cada píxel, generando el mapa de vigor final: un «semáforo» visual del estado del cultivo.
Sin embargo, el mapa por sí solo no es suficiente. El paso final y más importante es la validación en campo o «ground-truthing». Este protocolo consiste en ir físicamente a las zonas que el mapa marca como anómalas (rojas o amarillas) para diagnosticar la causa real del problema.
Plan de acción: Protocolo de ‘ground-truthing’ para validar tus mapas
- Identificar zonas anómalas: Localiza en el mapa NDVI los puntos con valores bajos (inferiores a 0.4 suelen indicar problemas) y marca sus coordenadas GPS.
- Verificar humedad y plagas: Desplázate a esos puntos y usa un penetrómetro para medir la compactación/humedad del suelo e inspecciona el envés de las hojas buscando insectos o síntomas de hongos.
- Evaluar síntomas visuales: Compara el estado de las plantas (clorosis, necrosis, marchitez) con las zonas sanas (verdes en el mapa).
- Comprobar infraestructuras: Si aplica, revisa el estado del sistema de riego en esa zona específica (goteros obstruidos, fugas, etc.).
- Documentar y correlacionar: Toma fotos georreferenciadas de cada punto de verificación y anota tus observaciones para correlacionar los datos de campo con los valores NDVI y así calibrar futuras interpretaciones.
Esta combinación de tecnología aérea y conocimiento agronómico en tierra es el núcleo de la agricultura de precisión moderna, permitiendo tomar decisiones basadas en datos objetivos y no en meras suposiciones.
El semáforo de tu cultivo: aprende a interpretar un mapa NDVI para detectar estrés hídrico y nutricional
El mapa NDVI es el resultado principal del trabajo con un dron multiespectral, pero sin una correcta interpretación, es solo una imagen coloreada. Aprender a leer este «semáforo» es la habilidad que permite al agricultor pasar de la observación a la acción. El NDVI (Índice de Vegetación de Diferencia Normalizada) es una fórmula matemática que utiliza las bandas Roja e Infrarroja Cercana (NIR) para cuantificar el vigor de la vegetación. Su valor oscila entre -1 y +1.
Generalmente, los valores se interpretan de la siguiente manera, aunque siempre deben ser calibrados para cada tipo de cultivo y estado fenológico. Como referencia, estudios en cultivos españoles con drones multiespectrales establecen rangos orientativos:
- Valores altos (0.6 a 0.9): Corresponden a zonas con vegetación densa, sana y con alta actividad fotosintética. En el mapa, suelen representarse con colores verdes intensos. Son las áreas de máximo rendimiento potencial.
- Valores medios (0.2 a 0.5): Indican una vegetación más dispersa o plantas que empiezan a mostrar algún tipo de estrés. Se representan con colores amarillos o naranjas. Estas son las zonas de «alerta temprana».
- Valores bajos (inferiores a 0.2): Señalan áreas con muy poca o ninguna vegetación (suelo desnudo, caminos) o plantas con un estrés severo. Se representan con colores rojos y son los puntos críticos que requieren una inspección inmediata.

Sin embargo, el NDVI es un indicador, no un diagnóstico. Nos dice «dónde» hay un problema, pero no «por qué». Aquí es donde el conocimiento agronómico es insustituible. Un valor bajo de NDVI puede deberse a múltiples causas: estrés hídrico, una deficiencia de nitrógeno, un ataque de hongos, una compactación del suelo, un fallo en el sistema de riego o incluso una mala nascencia. La verdadera inteligencia se genera al correlacionar estos patrones con la realidad del campo. Como bien explica un experto en la materia:
El NDVI, al igual que otros índices, nos da una idea de las diferencias que vemos en la parcela, pero no representa directamente por qué se producen estas diferencias, y, por supuesto no indica cómo trabajar para neutralizarlas. Para obtener las conclusiones y tomar las decisiones, es necesario pisar el campo. Aquí es donde entra en acción el ingeniero agrónomo o agrícola… Una vez, un profesor hizo una comparativa muy buena, el termómetro es la herramienta (igual que el dron o el satélite), los ºC son el dato (como el NDVI) y luego está el médico (el agrónomo)
– Roberto, especialista en teledetección, GIS&Beers – Blog especializado en SIG y teledetección
Por tanto, el mapa NDVI no reemplaza al agricultor ni al técnico; los potencia. Les proporciona un mapa de ruta para dirigir su experiencia y conocimiento directamente a donde más se necesita, optimizando su tiempo y la eficacia de sus intervenciones.
Vuela legal, vuela seguro: la normativa de AESA para drones agrícolas que todo agricultor español debe conocer
Operar un dron en una explotación agrícola no es tan simple como sacarlo de la caja y volar. En España, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) regula el uso de aeronaves no tripuladas (UAS), y su incumplimiento puede acarrear sanciones económicas muy graves. Conocer el marco normativo no es una opción, es una obligación para volar de forma legal y segura.
La normativa europea, que España ha adoptado, clasifica las operaciones en diferentes categorías de riesgo (abierta, específica y certificada). La mayoría de las operaciones agrícolas caen en la categoría ‘específica’ debido al peso de los drones o a la naturaleza de la operación (como la pulverización). Para operar en esta categoría, el piloto debe, como mínimo:
- Estar registrado como operador de UAS en la sede electrónica de AESA.
- Disponer de un certificado de competencia de piloto a distancia. Como mínimo, los niveles A1/A3 y A2, pero para la categoría específica se requieren certificados para escenarios estándar (STS) o una autorización operacional.
- Contar con un seguro de responsabilidad civil que cubra los posibles daños a terceros.
- Realizar un estudio de seguridad (SORA) si la operación no se ajusta a un escenario estándar definido.
Un punto especialmente sensible es la aplicación de productos fitosanitarios. Actualmente, la normativa general no permite la pulverización de fitosanitarios con drones en España, salvo en casos muy concretos y con autorizaciones especiales. Sin embargo, sí está permitido su uso para la aplicación de otros productos como bioestimulantes o agentes de control biológico (liberación de insectos beneficiosos). Existe una gran expectación en el sector ante la posible regulación de esta práctica, con proyectos como PhytoDron, que dispone de un presupuesto de 568.924,40 euros, con el apoyo financiero de la UE en un 80%, trabajando para establecer un marco seguro y eficaz.
Las sanciones por operar sin los permisos correspondientes son disuasorias. Según la propia AESA, las multas pueden ir desde los 6.000 hasta los 600.000 euros, dependiendo de la gravedad de la infracción. Por tanto, la inversión en formación y cumplimiento normativo no es un gasto, sino una parte fundamental del coste de implementación de esta tecnología.
Ignorar la ley no solo pone en riesgo la viabilidad económica del proyecto por posibles multas, sino que también compromete la seguridad de las personas y otras aeronaves, manchando la reputación de una tecnología con un potencial inmenso para el sector.
Puntos clave a recordar
- El dron es una herramienta de diagnóstico, no de observación. Su valor reside en anticipar problemas invisibles al ojo humano.
- La interpretación de datos es más importante que el vuelo. Un mapa NDVI sin validación en campo («ground-truthing») y conocimiento agronómico es inútil.
- La rentabilidad es un cálculo: la decisión entre dron propio o servicio externo debe basarse en un análisis de ROI adaptado a la escala y necesidades de tu explotación.
Lo que no ves te cuesta dinero: el impacto económico real de detectar el mildiu una semana tarde
El argumento final para adoptar cualquier tecnología en agricultura se resume en una palabra: rentabilidad. Más allá de los mapas de colores y los vuelos espectaculares, ¿cuál es el impacto económico real de usar un dron para diagnóstico? La respuesta se encuentra en el coste de oportunidad de no hacerlo, es decir, en el dinero que se pierde por una detección tardía de problemas.
Tomemos como ejemplo el mildiu en viñedo, una de las enfermedades más devastadoras. Cuando los síntomas son visibles (las «manchas de aceite» en las hojas), la infección ya está extendida y el tratamiento es más curativo que preventivo, con una eficacia reducida y un coste mayor. Una cámara multiespectral o térmica puede detectar los primeros signos de estrés en la planta días antes. Esta semana de antelación es crucial. Permite aplicar un tratamiento preventivo de forma quirúrgicamente precisa solo en las zonas afectadas, identificadas por el dron.
El ahorro es doble. Primero, en producto fitosanitario. En lugar de tratar preventivamente toda la parcela «a ciegas», se interviene solo donde es necesario. El ahorro en insumos puede ser superior al 15-20%. Segundo, y más importante, en rendimiento. Se frena la enfermedad antes de que afecte a la calidad y cantidad de la uva, salvando una parte significativa de la cosecha que de otro modo se perdería. En cultivos de alto valor, evitar la pérdida de un 5% de la producción en una hectárea puede suponer miles de euros, pagando con creces la inversión en tecnología.
Además, la eficiencia de la aplicación mejora drásticamente. Un tratamiento terrestre convencional puede requerir hasta 300 litros de caldo por hectárea. Con un dron de pulverización, gracias a la pulverización electrostática y al flujo de aire de las hélices que cubre ambas caras de la hoja, se consigue una eficacia similar o superior con solo 10-15 litros por hectárea. La velocidad también es un factor determinante: un solo dron puede fumigar una hectárea en apenas 10-15 minutos, una tarea que por tierra podría llevar una jornada completa. Esto permite actuar en la ventana de tiempo óptima, justo cuando las condiciones son ideales, maximizando la efectividad del tratamiento.
En definitiva, el dron transforma la gestión de riesgos. Pasa de ser un seguro caro (tratamientos generalizados) a una inversión inteligente (diagnóstico preciso e intervención temprana), convirtiendo los datos aéreos en un activo tangible en la cuenta de resultados de la explotación.
Preguntas frecuentes sobre Drones en la agricultura: la visión de pájaro para detectar problemas antes de que sean visibles a pie
¿Qué licencia necesito para un dron agrícola de más de 25 kg?
Es necesario obtener una autorización de AESA para operar drones agrícolas de más de 25 kg. En primer lugar, es necesario obtener una autorización por parte de AESA si el dron tiene un peso superior a 25 kilos.
¿Cuáles son las sanciones por operar sin permisos?
Operar drones agrícolas sin contar con la documentación reglamentaria necesaria puede acarrear graves consecuencias. En España, las sanciones económicas por no cumplir con la normativa van desde los 6.000 euros hasta los 600.000 euros.
¿Puedo aplicar fitosanitarios con drones en España?
En la actualidad, no está permitido su uso para la aplicación de productos fitosanitarios de forma generalizada. Sí lo está si las actuaciones se llevan a cabo empleando productos que no sean fitosanitarios, como por ejemplo los bioestimulantes.